4 de junio de 2009

Semper fidelis


Él era de una fidelidad tan terca como sólo se espera de las máquinas. La fidelidad no era para él una virtud, sino un comportamiento inmutable, de carácter militar, determinado tan profundamente en su conducta, que caducaría sólo con su desaparición física.
Ella no vivía precisamente entusiasmada por esa fidelidad mostrenca, inanimada, ciega, sorda, anósmica, insensible y, con el tiempo, hasta falta de gusto. Y suponía que la lealtad era más creativa, menos fiable mecánicamente, menos determinada e inflexible, como la cosa que es ya más propia de personas, como la voluntad o el pensamiento o hasta la memoria misma.
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2 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

si es que nunca estamos contentas!
:-)

he tenido que recurrir al diccioinario.

me ha gustado como expusiste esa vision de la fidelidad.

Lan dijo...

Si es que las mostrencadas no suelen ser buenas, cuidado que me paso la vida diciéndolo, pues nada... ;-)