26 de septiembre de 2009

La santera


Cada vez que llamaba a aquella puerta, a la santera de San Roque, se le daba algo de dinero. Cierto día el señor de la casa, por curiosidad, hizo pasar a la humilde mujer a su despacho, un despacho imponente de muebles castellanos. La mujer, acoquinada, se sentó en un sillón.
- ¿Podría decirme que hace con las limosnas?
- Sí, señor. En cuanto llego a la ermita hago dos mitades, una para mí y otra para el santo, y le dejo sobre el altar la suya.
- ¿Y el santo la coge?
- No, señor. Hasta ahora, nunca me ha hecho ese feo.
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2 comentarios:

Zeltia dijo...

:-)
es un cuento buenísimo.
y que bien refleja la astucia disfrazada de humildad de "alguna gente humilde y sencilla"

Lan dijo...

Claro, mujer, la santera de San Roque y otras y otros de su condición eran gente muy pobre que vivían a salto de mata, habitando en alguna pequeña dependencia de la misma ermita que cuidaban y... al menos del santo no esperaban ningún feo. ;-)
Los personajes de la picaresca, Zeltia,sean del tiempo que sean, siempre me han parecido entrañables.