
Escuchar el tic-tac del reloj, en mitad del silencio, certifica que estoy vivo. Pero el silbido irregular del viento rompe la monótona cadencia del reloj y avisa, simultáneamente, de que un minuto y otro tienen la misma duración pero su contenido es diferente. Luego, los ladridos de los perros en la noche, alertan de que lo imprevisible siempre está por poder presentarse. Todos los ruidos son llamadas sobre lo perecedero, y lo distinto, y lo inesperado. Unas son llamadas con ritmo, otras aleatorias, otras extemporáneas, pero todas son un ejemplo de la duración y sus formas y sus posibilidades.
8 comentarios:
Oigo el tic-tac,tic-tac,veo las sillas vacías y me conmuevo.El tiempo pasa pero la memoria permanece.
Un abrazo
Pero, Lohen, siento haberte conmovido. Otro abrazo.
la creencia de que lo imprevisible siempre está por poder presentarse está tan incrustada en mí, que afecta a mis proyectos, espectativas, relativiza o magnifica,
en resumen: me condiciona.
como todo en la vida debería hacerlo con mesura, ( la gente melodramática no entendemos de medidas
;-)
pero los ruídos nunca me recordaron lo perecedero... excepto, quizá, ese tic tac del reloj
Ahí está lo imprevisible, para bien y para mal. Aunque sólo solemos considerar imprevisible lo que es para mal, lo demás, por deseado, no nos parece imprevisible. Casi nunca.
Los ruidos, los olores, las vistas, los tactos, los pensamientos, los sabores... claro que nos pueden recordar lo perecedero de todo. Al menos, así lo veo, Zeltia.
No lo sientas Lan,me encanta cómo logras conmoverme;me dejas sin palabras,ya conoces el ramalazo...
Besitos
Vale, Lohen, pero no te pases. ;-)
Un abrazo.
No me paso tio,es que últimamente estoy muy tierna,será la edad.
Lo de tu ternura creo que no es cosa de ahora.
Muchos besazos.
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