
Vivía convencido de que el azul del cielo era vapor de pensamiento; la tierra sedimento de deseos; y el agua era un debate inacabable, en olas permanentes y voluntariosas, entre el anhelo de levitar al cielo y el lastre esclavizante de la tierra pesada. El viejo sol admiraba a las tenaces aguas y hacía de ellas sutiles vapores diurnos, pero la astuta tierra se giraba y su amiga, la luna, devolvía con su gélido aliento el agua fugitiva a su morada. Y, el líquido, enfurecido, golpeaba sin descanso la tierra, pero ésta resistía sus envites y nunca jamás lo liberaba.
4 comentarios:
Muy poético.
Un saludo.
Ya sabes, Metalsaurio, según te pillan las cosas el ánimo.
Saludos
vaya pelea
cielo y tierra enfrentándose por llevarse el mar, como dos amantes celosas y posesivas.
pobre mar, ahí debatiéndose.
(molas, poético, también)
Sí, Zeltia, déjate. Anda que el mar no tiene alternativas.
Gracias.
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