
Uno, entre tantas palabras, camina aturdido últimamente. Piensa, sorprendido, que le gustaría ser un adorador de los árboles. Se recrea, a menudo, en la soledad de los horizontes. Mira, atónito, la sobrecogedora calma de los paisajes. Se llena, apaciguado, de la entidad benéfica de todo ese silencio y de esa luz sedante que sólo existe fuera de las ciudades viciadas. Descubre, inesperadamente, que los animales salvajes, ajenos a todo menos a vivir, se siguen revolcando en las charcas. En cierto modo, casi fugazmente, les envidia. Y se dice, recuperando esperanzas, que siempre hay cosas por las que merece la pena respirar.
7 comentarios:
¡Coño!... lo mismo también llevabas la otra "camara" de hacer fotos.
Si sabia yo... bueno, ya me contarás jejejeje.
Sabía que te percatarías a la primera. Pero, no. Con lo otra cámara hace muchos años que dejé de hacer fotos.
Saludos, Isidro.
¡Ah, no!
Ahora deberás contar lo de la otra "cámara". Que curiosa soy. Aunque ud. no lo crea.
;-)
Piel de Letras, Isidro se refiere a un arma. Porque lo que se ve en la foto es un revolcadero de jabalíes y los árboles contra los que se rascan.
Saludos.
"calma", "apaciguar", "sedantes"
qué palabras más relajantes escribes:
horizontes, silencios...
aunque ya veo que realmente lo tuyo es revolcarte en las charcas
ups! acabo de ver los otros comentarios:
no pretendía llamarte "jabalí"
(y mucho menos "cerdo")
en fin. yo siempre metiendo la pata.
trasera. de bellota.
:-D
bicos desde galicia,
ya echaba de menos venir por aquí
Gracias por tu visita, Zeltia. Pero más que en los revolcones pensaba en el campo como en el lugar donde la tensión se evapora hasta volverse calma.
Bicos, sí, quentiños.
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