8 de octubre de 2010

Dolores desconocidos

En el rincón más íntimo de nuestra consciencia habita el habla en que nos impregnamos de niños, el habla verdadera. Las otras hablas adquiridas se ubican donde pueden, colgándose de lóbulos, cisuras, circunvoluciones y otras geografías cerebrales. Para los sentimientos sólo el habla profunda nos da la expresión justa. Así que, el que sufre, sufre doblemente cuando su sufrimiento viene, precisamente, por no poder usar su lengua o por haberla dejado perderse. Para entenderlo enteramente hay que pasarlo. Los castellanos, para nuestra fortuna, jamás lo padecimos y, por eso, nos cuesta hacernos cargo, imaginarlo y, a veces, aceptarlo.

6 comentarios:

Insumisa dijo...

Esa oquedad me da un poco de susto. Resabios infantiles de pasajes secretos a lugares siniestros... imagino.

Unknown dijo...

me gustó mucho su pensamiento.

Lan dijo...

Piel de Letras, a veces, con los años, uno se vuelve un poco más reposado y repara en cosas que no entendió pese a haberlas tenido delante toda su vida. Y sí que son, las más de las veces, pasajes, más que secretos, ignorados, porque uno no se los planteó nunca. Conducen a pensamientos simples pero dolorosos porque evidencian tu propia torpeza y lo indiferente que fuiste con tus semejantes.

Lan dijo...

Gracias, Juliano. Y también por su visita.

Paz Zeltia dijo...

me gustó muy, muy, muy especialmente este post.
imagino que sabes por qué.

Pues conmigo un psicoanalista lo pasaría bien. A mi la oquedad me recuerda a esa otra oquedad principio y finalidad de todas las cosas
:)

Lan dijo...

Claro que te entiendo, Zeltia. Pero hay cosas que quien no las padece suele no entenderlas. Sin embargo, hay momentos que te puede acudir la clarividencia y entender más la injusticia y el sinsentido de muchas cosas (aunque tú no las hayas sufrido).
De oquedades venimos y a ellas volvemos despacito o de un golpe.