23 de mayo de 2011

No hay quien entienda al alcalde

El alcalde de mi pueblo, un señor serio, que hace obras y vela por el bien de la ciudad, quiere devolverle la vida al centro viejo.
Y la semana pasada, con la plaza sin inaugurar, ha visto sus deseos cumplidos, porque gentes de todas las edades han llenado el ágora de ideas, de carteles, de palabras, de corros, de charlas y, hasta algunos, se han quedado a dormir, ilusionados, bajo sus soportales.
Orgulloso debería sentirse el buen edil viendo cumplido el fin de sus desvelos, viendo a la gente disfrutar de lo comunitario en armonía.
Pues no señor: está fatal.

2 comentarios:

Insumisa dijo...

El alcalde de mi rancho también anda queriendo apantallar al pueblo con pitos y flautas, espejitos y cosas brillosas. Quién sabe qué se cuece entre ceja y oreja del pelafustán.
...he aprendido a sospechar de aquello de revivir a los muertos centros históricos desde que encerraron la pagoda* y la tienen resguardada.

Lan dijo...

¡Bien por lo de pelafustán! (¡De vez en cuando me regalas cada palabra!)
Pero, papo, lo de la pagoda no lo pillo.
Gracias, Piel de Letras.
Saludos. :-))