Una inesperada compañía siempre tiene, por inusual, algo de poesía. El monólogo inconsciente del caminante preocupado, la sonrisa del imaginativo o la mirada imprecisa del absorto, quizás oculten poemas velados por la brutal inercia de los días. También las peticiones mudas, las anónimas miradas casuales o la atención fugaz de los extraños tengan que ver algo con la lírica. Y, porque tenemos olvidado que pueda suceder, no vemos, casi nunca, como los versos vivos pasan a nuestro lado, ajenos a la rima. Porque, la poesía, lejos de vivir en los libros donde la encarcelamos, anda por ahí, a la deriva.
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2 comentarios:
"...los versos vivos pasan a nuestro lado, ajenos a la rima". Me encanta.
Yo siempre digo que no me gusta mucho la poesía, pero me refiero a la de los libros, que no la sé leer. La otra, la que anda por los rincones, como dices, esa sí que me gusta, y me parece que es la más verdadera.
A mí me parece, con respecto a la poesía que, tanto para leerla como para escribirla, no vale cualquier momento. Es como esas comidas que no pueden cocinarse a cualquier hora ni comerse todos los días. La poesía, a mi juicio, es una coincidencia.
Gracias, Ángeles.
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