Tenía el color glauco de lo que
alguna vez fue húmedo, el amarillento del olvido, el pardo tosco del deseo y
los colores imprecisos, desvaídos, de las raíces viejas y lo inútil. Mezclados
en un mosaico impreciso, sin diluirse unos en otros. Aquellas pupilas de reptil,
moteadas tan caprichosamente, refractaban la luz contra el agua de los llantos
dando, a quien mirase, el extraño espectáculo de un arco iris de colores opacos.
No era el arco del Señor, no inspiraba reconciliación, ni vida, ni admiraba a
los niños. Era, aquel arco, una estaca combada de luces frías que espantaba.
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4 comentarios:
que inquietante...
Me imagino la idea de un arco iris inverso, algo extraño que tal vez se vea una sola vez. Antes de morir. Para escribir, Zeltia, ya ves, cuando uno no tiene tema se lo inventa.
sí que da miedo sí... muy extraño todo.
biquiños,
Es un relato imaginado, Aldabra. Quizás debiéramos sentir más miedo ante algunos hechos concretos que, por repetidos, se hacen cotidianos y nos dejan impasibles.
Bicos.
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