Caminar hasta el ocaso daba
tiempo para incesantes conjeturas, todas poco probables, el último día de la
temporada. El campo le esperaba como un mar quieto de orografía invertida. Y,
mirando al horizonte, se sentía atemorizado e impotente ante aquel reto
voluntario. Tenía que equilibrar sus mermadas fuerzas con una sobredosis de
paciencia, la velocidad con la precisión, la ambición con la perseverancia y el
método. Sustituir el ansia por la presa por el arte de sorprenderla, la
vehemencia por la sensatez… Meditando sobre estos pensamientos comprendió, a
sus años, que la caza era una vieja y olvidada actividad educativa.
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4 comentarios:
Hasta el final venía creyendo que hablabas de la vida, y al final he visto que me equivocaba y que tenía razón.
Cosa difícil, ¿no te parece?
Hoy la cacería, igual que todo, ha evolucionado. No son ya liebres, codornices o jabalíes las presas. Aquello era artesanal. Esta vieja y casi olvidada "actividad educativa" mudó de métodos; aunque sigue siendo el objetivo, de manera general, cegar una o varias vidas.
Has dado en el clavo, Ángeles.
Imagino el tipo de caza al que te refieres, Descalza.
En mi caso sigue siendo una actividad artesanal y solitaria. Nada que ver con una cacería.
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