Aletean las ideas en el aire de
nuestro tiempo breve, recorren gozosas el pequeño espacio que inunda cada vida
y lo desbordan con el gozo inesperado e inconmensurable del hallazgo de
tremendas certezas diminutas. Y nacen, crecen y mueren, asfixiadas, con la
fragilidad de pajarillos. Porque las pocas convicciones son siempre simples y
amorosas, y bullen indefensas enamoradas de sí mismas. Y porque la dificultad
de trasmitir lo simple enmudece gargantas y, a quienes osan intentarlo, se les
sonríe condescendientemente, cordialmente se les consuela por su incuestionable
desvarío. No existen, pero son asumidos. La soledad es su condena. Por pensar.
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2 comentarios:
Amigo viajero, gracias por estar ahí de nuevo y escribir estas cosas con tanta profundidad que no me atrevo a contestarte. Sólo, me limito a releerlas.
Gracias, Isidro. Pero mañana estaré nuevamente de viaje. Ya sabes, el tiempo nunca vuelve y hay que utilizarlo.
Saludos.
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