Para escribir de cosas que son
inexpresables hay que mirar por la ventana, oler el aire, escuchar los sonidos,
observar las nubes, ver jugar a los niños, presenciar el trasiego de la gente,
oír retazos de conversaciones, acordarte de los conocidos, reconocer lo payaso
que fuiste tantas veces, avergonzarte de tus errores, saber que alguna vez con
certeza fuiste bueno, dejar que el corazón navegue sin mandarle y, de vez en
cuando, sentir como las lágrimas viajan solas desde tus ojos a la tierra.
Porque entre el aguacero de las penas la llama de felicidad arde más fuerte.
27 de septiembre de 2013
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3 comentarios:
"Dejar que el corazón navegue sin mandarle".
Gracias por el consejo. Lo tendré presente.
De nada, Ángeles.
Gracias a ti por pasarte a leer mis ocurrencias.
My pleasure.
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