22 de noviembre de 2014

Páramo

En el páramo de Villacadima no hay nadie. Es una alfombra de soledad para mí sólo. Busco mis pasos viejos. Doy con ellos y en ellos me recreo. Camino seis horas sin dolor. Las angustias entrañables ahogan al músculo. En las frondas camino sin rumbo. Y me pierdo, por si no me sintiera suficientemente desvalido. Y pienso que no existo. Y, si los lobos o el jabalí acabaran conmigo, quedaría disuelto en el paisaje. Y me doy cuenta de que estoy muy cansado por dentro. El páramo es tan bello y tan triste como la vida que abrazamos.

4 comentarios:

Ángeles dijo...

A veces me da la sensación de que nuestra mente busca adrede un poco de soledad y tristeza; que necesita dejarse ir, sin forzarse a estar "bien". A veces, estando mal es como mejor estamos.
De todas formas, espero que pronto salgan algunas flores en tu páramo interior.

Lan dijo...

Y, a veces, ambas cosas vienen a la mente sin necesidad de que ésta las busque. Pero así tiene que ser, Ángeles, y no podemos negarnos a pasar por ese embudo.

Descalza dijo...

No hay muchas alfombras de soledad por aquí. Las cosas no están en calma y da miedo adentrarse en parajes que antes eran arena dorada cubierta parcialmente por tapetes lilas y amarillos de flores diminutas. Hoy día, en los paisajes desérticos extensos suceden cosas malas. Y solo queda cruzar por el camino de asfalto a 110 km por hora.
Ya no da mucho para la nostalgia, sino para la supervivencia.
Eres afortunado.
Abrazos

Lan dijo...

Es triste lo que dices, Descalza.
Así que, bien mirado, no le faltan a uno motivos para estar algo contento con los parajes habituales y cercanos de desolación.
Gracias.