3 de febrero de 2015

A porta gayola

Pasamos casi la vida entera en la monótona gayola del trabajo. Antiguamente se hablaba de vocación, esa llamada ilusionante a una tarea gozosa y creativa. Hoy, sin llamada, competimos en una carrera azacanada hacia objetivos ajenos. Nuestra meta, olvidado el bien común y hasta el bien propio, es la supervivencia a secas, esa migaja desprendida del dinero generado para quién sabe quien. Y, cuando jubilan los años, desahucia la salud o la economía prescinde de nosotros, descubrimos que, como el pájaro que se crió cautivo, apenas conocemos la jaula. Y, con la libertad sin estrenar, seguimos temerosos a su puerta.

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