12 de febrero de 2015

Mente fría

Mientras contemplo la bambolla de ese acantilado que otea el mar sin esperanza y admiro el ocre camelote de la tierra tiznado de cinarras, tercamente silba entre la fusca el zarzagán helado de la sierra. En días como éste, el viento norte cambia de sitio los neveros y, a lo lejos, suena como una bramadera en las rompientes.
Añoro los días calmos de la primavera cuando las balsamitas amarillean entre los escombros del gran cerro. Pero hoy el biruji transparente taladra gabanes, vacía palabras y atenaza todo pensamiento excepto uno: “Vete a casa”.
El raso azul del cielo engaña mucho.

2 comentarios:

Ángeles dijo...

¿Te fuiste, o te quedaste a escribir la poesía allí mismo?

Lan dijo...

No, Ángeles, de ninguna manera tuve el salero necesario, ni agilidad en las manos entumecidas, para sacar el lápiz. Lo escribí después, en casa, calentito.