26 de marzo de 2016

El móvil del asunto

Nuestros padres, y muchos de nosotros, hemos vivido encadenados a un horario. Era éste la cotidiana hoja de ruta del trabajo. Y, para recordarlo, todos terminamos llevando el sutil grillete de un reloj de muñeca.
Cuando irrumpió la informática, muchos ilusos creímos que venía a liberarnos, pero se ha utilizado no sólo para extender el control y difuminar las lindes del horario laboral sobre nosotros, sino también para invadir cualquier momento, cualquier actividad, gusto o afición. Y, a medida que, como niños, sigamos aceptamos gozosos, y pagando gustosos, los medios que nos vigilan a distancia, nada nos quedará que sea propio. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo por un móvil mato.
¿Qué otro móvil podría tener si no comunicárselo a la víctima?

Lan dijo...

Vivimos en un mundo de víctimas alegres y, me temo, que les digas lo que les digas seguirán a lo suyo. Porque todo el mundo está dispuesto a vender la libertad por dinero. O casi todo el mundo. O, al menos, eso parece.
Un abrazo.