10 de marzo de 2016

Novela breve

Y habiéndose burlado de tantos hombres con toda la brutalidad de su talento y hermosura, topó con uno de peor ralea que la suya. Y, tras sufrirle, amarle y odiarle al mismo tiempo, sin que sus sentimientos le dejaran respiro, sin poder apartarle de su vida, con el discernimiento cegado por la angustia de una pasión tan brutal como insegura, el rufián, hastiado una vez más, se marchó de su lado. Y quedó la bella varada, como un halcón alicortado, en un camino sin retorno,  perdida y enfrentada al peor sino de una mujer como ella: envejecer y odiar.

4 comentarios:

Ángeles dijo...

"Envejecer y odiar", terrible destino para cualquiera.
Un relato tan interesante como breve.

Lan dijo...

Quizás, sin premeditación, cuando uno es joven, desprecia o se desentiende de lo que será; cuando uno se hace viejo, envidia o critica, por olvido, lo que fue. Y es fácil para los viejos odiar lo que ellos mismos fueron.
Pero, bueno, seguro que para esto habrá muchas opiniones.
Saludos, Ángeles.

Paz Zeltia dijo...

No hay punto más cambiante que el punto de vista

La imagen del halcón con las alas cortadas produce mucha angustia, no poder hacer nada de lo que con fuerza y habilidad se hacía...

Lan dijo...

De las mermas de nuestra naturaleza, muchas veces, ya es imposible recuperarse. Pero yo creo que del odio, sí.
Gracias, Zeltia.