26 de agosto de 2008

Sin puente


Regresé a la ciudad de mis veinte y sólo hallé dolor donde solía encontrar regocijo. Mis conocidos no estaban, ya no salían o habían muerto. Y estuve solo donde la soledad me era ajena y, así, la vieja ciudad se me hizo nueva. Finalmente me topé con Mínguez.
- ¿Eres quien creo que eres?
- Soy quien crees que soy.
- Ayer enterramos a Treceño.
- Lo sé. Busco a alguien alegre. A Jesús el Gordo, por ejemplo.
- Ya no era alegre.
- ¿Era?
- Sí, murió hace unos meses porque se empeñó en hacerse una liposucción.

4 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

que fuerte lo de encontrarse en soledad en un sitio dónde nunca antes se había relacionado esa palabra. un recuerdo bonito a la mierda.
y que fuerte también lo de la liposucción.

muy efectivo ese cambio entre la melancólica tristeza del principio y la crueldad patética del final

Lan dijo...

Y, ¿qué somos al cabo?, preciosidad. La realidad siempre es más fuerte que lo que se nos ocurre. Ahí estamos. Suerte.

Insumisa dijo...

Así es la vida. O vas con ella, o te lleva de cuernos.

Busca, no el ayer idéntico a como lo dejaste, sino los sentimientos y sensaciones que te hicieron feliz.
Lo demás es lo de menos.

Lan dijo...

También me gusta ver a quienes fueron mis amigos y amigas, no como les dejé pero sí como les encuentre.