17 de septiembre de 2009

Pero, hija, piénsalo...


En aquellos tiempos, de cuando entonces, un novio con un escorpión tatuado en un omoplato, tres letras góticas iniciales en el codo, un tela de araña en el otro omoplato y una sura del Corán tatuada en mitad de la espalda, no hubiera resultado serio. Pero si, además, lo hubiese redondeado con un dragón rampante echando fuego por las fauces en el pecho, los padres de aquellas hijas hubieran caído en el homicidio en cuanto el interfecto se hubiera querenciado con alguna. Porque las mujeres, ya se sabe, no ven las cosas venir. En cuanto se enamoran, tontuzas perdidas.
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