19 de enero de 2010

Vivir el tiempo

La vida y tiempo están recíprocamente vinculados. El segundo modifica frecuentemente a la primera. Eso parece.
En una ocasión le oí contar esto al filósofo Gustavo Cirigliano:
“Asistían los habitantes de un pueblo andino, tan aislado que desde él se tardaba siete días en llegar caminando al pueblo más cercano, a la inauguración de la nueva carretera por parte del señor gobernador. Éste, entre otras cosas, dijo:
- … y fíjense que ahora, gracias al gobierno, lo que antes hacían en siete días, pueden hacerlo en uno.
Un viejo preguntó:
- Y, ahora, ¿qué hacemos con los otros seis?”

3 comentarios:

Insumisa dijo...

Yo tengo ¡tantas ideas!
Seis días extras no es mucho... ni poco. Es la justa medida para... lo que se nos ocurra.

;-)

Paz Zeltia dijo...

sabía bien el viejo que los días no deben estar vacíos.
las ocupaciones nos salvan del sinsentido,
(que no es lo mismo que trabajar, eh)

Lan dijo...

Piel de Letras me alegro de que hayas encontrado la justa medida de algo. Has tenido suerte. ;-)
Zeltia, pues sí, pero tenemos que ser nosotros mismos los que los rellenemos, sin que nos den otro el relleno.
Y que el tiempo es objetivamente igual para todos y de medirlo se encargan los relojes. Sin embargo es la duración la que distingue el mismo tiempo en unos y en otros. El sentimiento de la duración.