
Ella contestó:
-¿Por qué me robas las palabras?
Estuvieron un rato en silencio. Se miraron. Ella, suavemente, desvió los ojos hacia un espacio indefinido. Él vio rodar dos lágrimas largas, silenciosas, por sus mejillas.
-¿Por qué lloras?
Ella dijo:
-Alegrías de agua que me salen por los ojos.
Luego se cogieron las manos como lo habían hecho, miles de veces, en treinta y tantos años pero, esta vez, aún más convencidos de lo dicho.
Pensaron que, quizás, la fe en el desamor rige también lo contrario. Sí.
7 comentarios:
¡Hermosas alegrías!
Me alegra muchísimo conocer de historias como esta.
Estoy convencida de ello.
Nuestros pasos toman el camino que creemos es el que nos conduce a donde queremos llegar, y hay quien lo abandona dudoso, al ir encontrando señales que le parecen indicar su equivocación; pero otros lo siguen pertinaces, obstinados, tercos, testarudos. Y en su avance optimista, las señales que encuentran les afianzan más en su creencia.
Qué sé yo.
Cosa primordial saber primero a donde se quiere ir, si quiera.
...mmmmm...
en todo caso, la intensidad y serena felicidad de ése momento que describes,
es deseado por muchos y alcanzado por pocos.
pienso que si la inmensidad del universo bien puede estar concentrada en un átomo,
por qué no todas las sensaciones y emociones no pueden estarlo en una sola persona
y, joder, qué sé yo.
precioso el post
Me alegro de que te guste, Piel de Letras.
Puede que la felicidad nos suela pasar inadvertida y sólo estemos atentos a cuanto dimuta nuestro ánimo. Las cosas, Zeltias, pese a que se pretendan claras, no suelen serlo para nadie.
¡Qué bien que te gustara el articulillo!
y que me guste a mí no te alegras, o qué
tal vez no parece que a mi me gusta? [claro, como tengo cagalera mental, que se me sale por fuera todoos los pensamientos que se me van pasando por la cabeza...]
pero a mi también me gustó muchísimo.
y no sólo cómo lo escribiste, si no lo que escribiste.
bicos (quiero mi palmadita, eh)
ups!!!
que casualidad, estábamos escribiendo los dos a la vez.
Zeltia colorada
Sí, qué casualidades, ¿verdad?
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