
El hombre que aprendió a parar su pensamiento se percató de que no es necesario escribirlo todo junto; que a una afirmación le sucede otra; que, así, las cosas se entienden mejor; que mezclará el lector; que la prisa es mala y peor la ira; que nadie acota el tiempo de escritura; que la hoja virtual del ordenador es mayor que nuestra vehemencia.
A mí me gustaría, cuando escucho, saber parar mi pensamiento. Pararlo cuando en él se acumula lo que voy intuyendo de políticos, jueces, periodistas, empresarios… pero, desgraciadamente, me es imposible conseguirlo porque la indignación derrite, irremediablemente, mi serenidad.
7 comentarios:
Argo... muy gordo, que ¡ojala!, se pudiera parar de la misma manera, que ese hombre que tú dices, aprendió a parar su pensamiento.
Isidro, con esfuerzo, se puede parar el pensamiento al escribir. Pero, al escuchar, a mí se me hace más difícil.
¿Parar el pensamiento al escribir?
Digo yo...
¡Se borró lo que había escrito y se fueron solo el principio y el fin!
Parar el pensamiento viene a ser ordenarlo, no intentar decir todas las cosas a la vez. Poner orden en lo que se piensa para que el mensaje que se trasmite sea más nítido y efectivo. A esas cosas me refería, Piel de Letras.
qué dominio tendrías entonces!!!
ya bastante meritorio me parece controlar tu vehemencia para frenar también la indignación.
Ya sabes, Zeltia, a uno le gusta imaginar que puede ver las cosas con serenidad.
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