6 de mayo de 2010

En estado de gracia

Iba la joven revestida de sacerdotisa con todo el lujo de su juventud apenas estrenada. Ondeaban sus carnes tersas como abanderadas limpias de otra primavera. Las claraboyas de sus ojos negros flotaban, reflejando asombro, ilusión y esperanza, en mitad de las luces de una mañana nueva. Y regalaba el derroche desbordante de su cuerpo grácil y expandido, de animal exuberante y alado, a quien apreciara el auge tranquilo e imparable de la vida. Otro más, en la baraja de placeres, que se regala sin gastarse. Y las miradas, y hasta los pensamientos, quedaban, a su paso, en estado de gracia.

3 comentarios:

Paz Zeltia dijo...

No estoy segura de haber entendido bien:
¿cual es el placer que se regala sin gastarse?

Lan dijo...

El placer que se regala sin gastarse es el de ver pasearse por ahí tanta hermosura.

Paz Zeltia dijo...

aaah
(me parecía, pero no está mal asegurarse)
la primavera adorna la naturaleza, desenvuelve los cuerpos, y alegra la pestaña.
:-)