Últimamente todo le daba igual. Se había entregado. En otros tiempos, le hubiera encontrado a todo alguna excusa, algo plausible que tapara lo oneroso, algo que, momentáneamente, disfrazara de buenos propósitos aquella vergüenza inadmisible que siempre negó. Aceptó, por primera vez, la trillada idea de que la vida no era lo pactado. Reconoció que, durante mucho tiempo, se resistió a asumirlo e incluso lamentó su beligerancia frente a los que llamó pesimistas y agoreros. Pero cuando, finalmente, tuvo la humildad y el valor de aceptar la verdad, se sorprendió, a la vez, de que ya ni se le ocurriera rebelarse.
4 comentarios:
Desde luego, un osito de Tous con ojo "apiratado" es símbolo de rebeldía no nata, o marchita en el mejor de los casos, jeje!
Por cierto, una pregunta, ¿cuál de tus libros me aconsejas que lea? (Castro Bonaval no, que ya lo he leído). A lo mejor te compro uno dentro de unos meses.
Un saludo!
Gracias por tu comentario.
He contestado a tu pregunta en un correo privado.
Un cordial saludo.
Le sucedió a un caballo brioso. Se fue con tiento cuando vio mermados sus ímpetus.
Brindo por... la rebeldía. Que no se nos marchite tan pronto.
Pero, Piel de Letras, eso sólo les pasa a cuatro desgraciados. El común de la gente se rebela, se encrespa, hacen prevalecer la luz, son recios, no se doblegan y, de marchitarse, de eso nada. Pero en qué mundo vives, ¿es que no lo estás viendo cada día? ¡Ay, ay, ay!
Saluditos desde la madre patria.
Publicar un comentario