Hoy, sin anunciarse, como suelen hacerlo, del invierno en que yacen las palabras heladas, han venido a visitarme algunas conocidas. Todas son viejas sementeras del miedo, del desamparo y del desasosiego y, sin embargo, prefiero no citarlas, porque sé que no es bueno regodearse con malas compañías, porque todas son hijas y, como poco, nietas de esa gran matriarca de las palabras frías a la que vamos sin quererlo y, en cuyo seno inhóspito, nos negamos a pensar por amor, optimismo o ciega fe en la vida. Y quiero conjurarlas, pero soy incapaz de sustraerme a su corrosión muda.
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6 comentarios:
gracias. [outra vez]
You are welcome!, Zeltia.
Pero, ¿se han ido ya esas visitas?
I hope so.
Un relato que me ha encantado.
Has buscado las palabras con sumo cuidado, has dicho mucho con un envoltorio delicado.
Invita a ver el relato de varias formas, referido a la fotografía, o también al interior, a esos momentos en que sin anunciarse llegan las palabras heladas a nuestras vidas.
un saludo.
Supongo, Ángeles, que compañías, más o menos de ese tipo, nos giran visita, de tanto en tanto, a todos.
Saludos.
Me alegro, Mariola, de que te haya gustado.
Gracias por tu amable comentario.
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