Doy las gracias a quien me enseñó
a leer lo que en ninguna parte estaba escrito. Doy las gracias a quien, cuando
quise saber, no me engañó; a quien, cuando pregunté, no me mintió; a quien,
cuando quise aprender, no me adoctrinó. Doy las gracias a quien, con su
sencillez, hizo descarrilar mi soberbia; a quien, sin yo pedirlo, me ha dado
acceso permanente al almacén sin fondo de su cariño. Doy las gracias, sobre
todo, a quien me hizo comprender que, tal vez, lo más difícil para las personas
sea descubrir lo que cada una lleva dentro.
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4 comentarios:
Ser agradecido es un ejercicio espiritual muy bueno.
Te felicito, señor Soros.
Abrazos a diestra y siniestra,
Una oración magistral.
Amén.
Gracias, Insumisa. Los buenos maestros me enseñaron lo que sé.
Gracias, Ángeles. Pero es un recuerdo a quienes me enseñaron algo alguna vez.
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