19 de septiembre de 2013

Limosna

 
Quizás, finalmente, vaguemos todos por ahí como desterrados de los mil lugares que un día amamos, desubicados como ciegos entre los muchos paisajes que nos sobrecogieron, impotentes como mudos para balbucear las mágicas palabras que alguna vez oímos, aislados como sordos para sentir de nuevo los sonidos de seda que nos atemperaron, insensibles como piedras a este devenir, resabiadamente escépticos ante cualquier porvenir. Puede que el olvido no sea más que un marasmo de sensaciones en el que nos hundimos, excedidos por el caudal hondo, confuso, amable y temible de tanta memoria. Esa que usamos de limosna para nosotros mismos.

2 comentarios:

Ángeles dijo...

Alguien dijo "¿Cuánta verdad necesita el hombre?", y tú pareces preguntarte cuánta memoria necesita el hombre. Y ya de paso me pregunto yo si la verdad y la memoria no serán lo mismo; por lo menos la verdad de cada uno.

Ah, y la imagen de la foto me da un poco de miedo.

Lan dijo...

Puede que, ante un presente tan inhóspito, busquemos, para contentarnos, los recuerdos gratos. Y nos los administremos como el que se da una limosna a sí mismo.