La Naturaleza inventó el cristal,
usando el agua y el frío. Bien es verdad
que, cuando el frío desaparecía, también desaparecía el cristal, lo cual, bien
mirado, era un continuo reciclaje que no tenía costes de producción, de
recogida, ni de mano de obra. El hombre
tomó nota del invento pero, en lugar de mejorarlo de modo que se siguiera autodestruyendo
cuando no se necesitara (cosa que, entre nosotros, hubiera sido lo suyo), creyó
perfeccionarlo haciéndolo perenne. Y se sintió orgulloso.
¿Qué hacer ahora con el cristal
que no necesitamos? La Naturaleza no admite devolución de cascos. Menuda es
ella.