
Aquel 20N no se trabajó. El Bala Negra y el Judía atravesaron en un Renault-4 las vastas llanuras manchegas para, dejando atrás los paupérrimos terrones, llegar al ubérrimo levante. El Bala Negra así lo proclamó instantáneamente con precisión burlona y atinada.
Muchos fueron los juramentados la noche anterior para contemplar, en la tierra del sol, el nuevo día. Pero, ¡ay!, el alcohol y las mujeres previsoras lo impidieron. El Judía y el Bala Negra, eso sí, altaneros como príncipes, almorzaron en el desierto comedor del Batiste, en Santa Pola. Pidieron ópera de mariscos, porque la zarzuela se les hacía poco.