Me costará seguir apreciándote si
no te identificas convencidamente con mi pensamiento y, además, secundas mi
propuesta. Hace falta ser un zote para no percatarse del altruismo de mis ideas.
He venido a verte expresamente, ofreciéndote este beneficio. Vale que tú hayas
invitado a comer como era tu obligación, pero ese monosílabo por respuesta era
lo último que esperaba de ti. Me decepcionas. Te he hablado seis horas seguidas
de mi proyecto y ahora me dices que no. ¿Por qué me haces esto, desagradecido?
- Porque, después de seis horas
de escucharte, es la primera vez que me has preguntado.